¿Qué seguridad es ésa en la que has puesto tu confianza?
Esta pregunta saltó ante mis ojos hace unas semanas mientras oraba en casa, al abrir la Biblia y toparme con la cita de 2 Reyes 18,19 y no puedo evitar hacérmela una vez más: ¿Qué es eso en lo que tengo puesta mi seguridad, mi confianza? ¿Mi familia? ¿Mi trabajo? ¿Ese proyecto por el que tanto me he afanado? ¿Mi imagen? ¿Mi pareja? ¿Mis expectativas de futuro? ¿Qué?
Solemos caminar por la vida con muletas que nos ayudan a sostenernos, muchas veces bajo una imagen falsa, bajo pura apariencia, y me pregunto: ¿Qué pasaría si de repente ya no tengo nada, si aquello en lo que he puesto mi confianza al amanecer ya no está? ¿Y si se derrumba la empresa, si pierdo la pareja; si me roban el vehículo o pierdo al ser que más amo? ¿Qué sería de mí? ¿Me desplomaría? ¿Qué me quedaría?
Si el sólo imaginarlo nos aterra, probablemente sea el momento de evaluar sobre qué tipo de terreno estamos construyendo, y si aquello sobre lo que hemos puesto nuestra confianza nos da una verdadera garantía de felicidad.
"Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca" (Mateo 8, 24-27).
Esta pregunta saltó ante mis ojos hace unas semanas mientras oraba en casa, al abrir la Biblia y toparme con la cita de 2 Reyes 18,19 y no puedo evitar hacérmela una vez más: ¿Qué es eso en lo que tengo puesta mi seguridad, mi confianza? ¿Mi familia? ¿Mi trabajo? ¿Ese proyecto por el que tanto me he afanado? ¿Mi imagen? ¿Mi pareja? ¿Mis expectativas de futuro? ¿Qué?
Solemos caminar por la vida con muletas que nos ayudan a sostenernos, muchas veces bajo una imagen falsa, bajo pura apariencia, y me pregunto: ¿Qué pasaría si de repente ya no tengo nada, si aquello en lo que he puesto mi confianza al amanecer ya no está? ¿Y si se derrumba la empresa, si pierdo la pareja; si me roban el vehículo o pierdo al ser que más amo? ¿Qué sería de mí? ¿Me desplomaría? ¿Qué me quedaría?
Si el sólo imaginarlo nos aterra, probablemente sea el momento de evaluar sobre qué tipo de terreno estamos construyendo, y si aquello sobre lo que hemos puesto nuestra confianza nos da una verdadera garantía de felicidad.
"Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca" (Mateo 8, 24-27).
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