lunes, 29 de agosto de 2011

Llamado a la conciencia ciudadana

Desde hace tiempo he venido haciendo esta reflexión:

Constantemente nos quejamos de diferentes situaciones que nos afectan como sociedad (robos, corrupción, delincuencia, etc.), pero pocas veces reflexionamos sobre la responsabilidad personal que cada uno tenemos de que las cosas estén como están.

Muchas veces hacemos “en pequeño” aquello que nos quejamos sucede “en grande”, pero por alguna razón, a pesar de ser tan duros a la hora de juzgar al sistema político, económico, social, somos muy permisivos con nosotros mismos y justificamos lo injustificable.

Así, por ejemplo:

- Nos quejamos de que los gobiernos roban, pero si encontramos la oportunidad no nos tiembla la mano a la hora de EVADIR IMPUESTOS.

- Denunciamos que hay una fuerte ola de atracos, robos de todo tipo, pero nos ROBAMOS la luz, el agua, el cable, truqueamos el internet, etcétera.

- Queremos que se respeten nuestros derechos, e incluso defendemos los derechos de otros, pero por otro lado recurrimos a la PIRATERÍA, beneficiándonos de una industria fraudulenta e ilegal, y propiciando a la vez que otros se lucren ilegalmente (comprando películas pirateadas, discos y demás productos), o privando nosotros mismos a los propietarios de los beneficios que por derecho les corresponden, al copiar (quemar) o consumir ilegalmente algún producto.

Entonces me pregunto: ¿Lo ilegal es permitido para mí pero prohibido para otros? ¿Acaso las cosas son éticas, legales, ajustadas a los valores cristianos, si las hago yo, pero censurables si las hacen los demás? ¿Es permitido robar dependiendo de si los intereses que se ven afectados son los de los pequeños o los de los poderosos? 

En mi opinión, por ese relativismo es que en gran parte estamos como estamos, de manera personal y como sociedad.  La falta de coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos confunde a las nuevas generaciones. Como Jesús denunció a los escribas y fariseos,  estamos “colando el mosquito y tragándonos el camello” (Mateo 23, 24).

Pidamos a Dios que nos ayude a tomar conciencia de nuestros actos, y que nuestros criterios, nuestra manera de pensar, sean conformes a los valores del Evangelio.